Hace unas semanas en medio de los mismos titulares que solemos ver desde hace más de un año, saltaba la noticia de que se había aprobado la '#LeyRhodes' o la ley contra la violencia en la infancia, en la cual, entre otras cosas, se amplía el tiempo de prescripción de los delitos sexuales a menores que empezarán a contar cuando éstos hayan cumplido los 30 años y no a los 18 como actualmente marca la ley.
No obstante, asociaciones de víctimas de abusos lo consideran insuficiente y abogan porque este tipo de delitos no prescriban nunca.
Por otro lado, dentro del paquete de medidas también se abordan conceptos tan interesantes como fomentar la parentalidad positiva o crear en los colegios la figura de un "coordinador de bienestar y protección" a la vez que se establecen protocolos de actuación frente a indicios de acoso escolar, ciberacoso, acoso sexual, violencia de género, suicidio, autolesión y cualquier otra forma de violencia.
Pero, volviendo a lo que yo considero lo más importante de la ley… ¿Por qué es relevante la edad a partir de la cual comienzan a prescribir delitos de abuso sexual en la infancia? O ¿por qué hay asociaciones que dicen que es insuficiente y deberían no rescribir nunca?
La respuesta tendríamos que buscarla en el proceso que tiene que realizar una persona que ha sufrido #abusosexual en la infancia hasta que es capaz de abordar la vivencia, desbloqueándola y afrontándola. En ocasiones en la consulta pueden aparecer pacientes adultos que no saben qué les pasa, que solo saben identificar determinados síntomas como ansiedad, depresión o problemas en el ámbito sexual y afectivo. Después de mucho trabajo y de intentar ver más allá de los síntomas podemos encontrar un hecho traumático en la infancia que estaba bloqueado y que es el origen de todo el malestar.
Gracias a que estos delitos no prescriban o que empiece el computo a partir de los 30, a esas personas que han sufrido abuso sexual en la infancia se les proporciona un margen temporal para poder abordar su vivencia y poder tomar medidas legales si lo desean. El permitir denunciar en muchos casos forma parte de un proceso personal en el cual se intenta cerrar un circulo abierto hace muchos años al haber sufrido el abuso.
A veces nos preguntamos porqué no se destapan este tipo de experiencias antes, la respuesta al hilo de lo anterior, hay que buscarla también en la propia complejidad del abuso sexual infantil. Desde la vergüenza de hablar de esto con los adultos hasta el hecho de que, en muchos casos, se disfraza de juego o se utiliza la culpabilidad por parte del agresor para mantener a la víctima en silencio, creciendo con ello e incluso relegándolo al inconsciente para poder seguir con su día a día. Será en la etapa adulta con la aparición de malestar emocional cuando a través de un proceso terapéutico se pueda llegar a ello y trabajarlo adecuadamente.
Con todo ello es fundamental el abordar el tema de la sexualidad desde la infancia con total normalidad, adaptando el lenguaje a cada etapa, rompiendo el tabú que en ocasiones puede rodear este tema con los más peques de la casa.
Es importante que se sientan seguros de poder expresar emociones de malestar con otros niños o con adultos respecto a este tema sin sentirse juzgados, buscando protección y comprensión.
No deberíamos tener miedo de abordar con ellos desde esta perspectiva de comunicación las prácticas “no permitidas” de adultos hacia sus cuerpos, proporcionándoles poco a poco herramientas para identificar acciones que no son tolerables en cualquier ámbito y la seguridad de poder destaparlas.
Para concluir, hay señales de alerta que se pueden observar como comportamientos o juegos sexualizados, cambios de humor, problemas de sueño, conductas regresivas como volver a hacerse pis en la cama o bajo rendimiento académico. Por supuesto añadir que ante cualquier signo alarmante es recomendable acudir a un profesional que pueda realizar una valoración y un abordaje integral de la situación.
Lorena Atienzar del Toro
Psicóloga Col. Nº M-25199
Centro Psicológico Loreto Charques
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