Mascota sí, mascota no...
En muchos contextos y para muchas personas ha generado controversia (y multitud de discusiones) la posibilidad de incluir dentro de la familia una #mascota. Un nuevo miembro de cuatro patas, con plumas, branquias o que hace ejercicio en una rueda dentro de su jaula.
Ideas como que una mascota puede contagiar enfermedades a un bebé, que la casa pueda tener más gérmenes y suciedad, que hay perros que atacan a los niños, que los gatos son ariscos o que los animales provocan alergias fundamentan los “contras” de los padres a incluir animales domésticos dentro del hogar.
Nada más lejos de la realidad. El incluir a un compañero peludo dentro de familia puede aportar tanto a hijos como a padres beneficios que con el tiempo de convierten en aportaciones imprescindibles. Una mascota en casa puede aportar uno de los mayores #estímulos multisensoriales que podemos ofrecer a nuestros hijos. Independientemente de la edad que tengan, se convierten en una fuente inagotable de estimulación sensorial, cognitiva y afectiva.
Pensemos en los beneficios
Los estudiosos del tema hablan de que el mero hecho de estar cerca de un animal (en especial los perros, que son los compañero de batallas de los humanos desde hace muchos años) hace que disminuyan los niveles de #ansiedad, #estrés y #depresión. A su vez, hacen que aumenten las sensaciones de bienestar y placer. Tal vez en esto influya que el contacto con nuestros amigos peludos hace que nuestro cuerpo segregue altos niveles de endorfinas (hay quien dice que es la hormona de la felicidad).
Independientemente de este apunte fisiológico, si nos paramos detenidamente a pensar en los beneficios que aporta que nuestros hijos se críen con animales obtenemos muchas respuestas al debate de “mascotas sí, mascotas no” en casa. Por ejemplo, nadie dudaría en comprar a sus hijos el último aparato electrónico de estimulación sensorial, empática, que sea elicitador de emociones positivas, modelo de comportamientos sociales, que enseñe a ser responsable o que desarrolle sus habilidades emocionales. Posiblemente, el artilugio se agotaría en pocos días o semanas y sería la conversación estrella de las puertas de los colegios.
Los niños son depredadores de estimulación y de nuevas experiencias. El mundo se abre ante ellos con una infinidad de cosas por descubrir. Una mascota supone algo tangible con lo que poder interactuar suponiendo una estimulación continua y un vínculo que ningún humano podríamos proporcionar (por mucho que nos empeñáramos).
Genera un amigo de juegos incansable, un confidente y, sobre todo, alguien que jamás te juzgara por mucho y muy graves que sean tus errores. Cuántos adolescentes metidos en líos nos han hablado en terapia del perro de la familia (de SU perro) como un apoyo emocional constante al que contarle sus historias (si esos perros hablaran…).
Sí, pero nos da miedo
En alguna ocasión saltan en las noticias historias que ponen los pelos de punta. Perros que atacan a bebés o a niños sin aparente motivo. Perros locos que muerden la mano que les da de comer. Lejos del sensacionalismo de la prensa y esas noticias, encontramos que esos casos son aislados y que las circunstancias o el contexto del animal no son las más óptimas para poder tener una buena socialización con los humanos. Los animales perciben a los bebes y los niños como “esos miembros de la familia más pequeños y delicados”, y en base a eso actúan.
Sinceramente, me quedo mejor con noticias que hablan de perros que rescatan niños de un incendio en casa. Aquel gato que protegió a un bebe de morir de frío en Rusia. O incluso de delfines que salvan a un pescador. Estos últimos no entrarían dentro del ranking de mascotas, pero los incluyo para hablar de ejemplos de animales domésticos e incluso salvajes que reflejan mejor la naturaleza animal frente a los humanos que las anteriores noticias de animales que atacan porque sí.
¿Y qué pasa con las alergias?
Está demostrado que los niños que están en contacto con animales desde pequeños desarrollan un mejor sistema inmunológico y presentan menos alergias que los que no. La razón es muy sencilla, como si de una vacuna se tratase, el sistema inmunológico de los niños al estar en contacto con los alérgenos del perro, el gato o el conejo hace que tolere mejor esas partículas y no genere reacciones adversas.
Una mascota es una gran responsabilidad y como tal tenemos que transmitírselo a nuestros hijos. No todo es juego y diversión, también supone que ellos tendrán que asumir responsabilidades frente a su nuevo amigo de aventuras. Con ello se facilitará el desarrollo de la #empatía ante un ser vivo que depende absolutamente de sus cuidados y atenciones. Para ello tendrán que aprender también a estar muy atentos de las señales y tendrán que desarrollar una comunicación no verbal especial para poder atender sus necesidades.
También es muy probable que la casa esté más sucia, pero, después de todo lo anteriormente expuesto, bien merece la pena el repartir tareas de manera más exhaustiva.
Lorena Atienzar del Toro
Psicóloga Col. Nº M-25199
Centro Psicológico Loreto Charques
Comments