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Cómo abordar la muerte de familiares con niños y adolescentes.


Cómo abordar la muerte de familiares con niños y adolescentes
Cómo abordar la muerte de familiares con niños y adolescentes

Cómo abordar la muerte de familiares con niños y adolescentes


Vivimos en una cultura que impide o bloquea el sufrimiento, y más si este se relaciona con la muerte de alguien querido. Esto no ocurre en otras culturas, donde el hecho de morir se convierte en un acontecimiento familiar y social, convirtiendo los ritos funerarios en parte de la vida cotidiana. En nuestra sociedad ha sido así siempre: hace no mucho se moría en casa, rodeado de los seres queridos -tanto adultos como niños- y de aquellos allegados que querían participar en el último adiós.


En ocasiones el miedo del adulto a la muerte es tan grande que intenta que el niño no lo perciba. Por eso, otra de las grandes dificultades es nuestro propio temor a la muerte y el impacto emocional que vivimos tras la pérdida de un ser querido, que en los adultos es más intenso que en los niños por muchos factores, pero principalmente por las relaciones que establecemos, los vínculos, cómo comprendemos la muerte, la cercanía de la misma. Tratamos de alejar a los niños de esos sentimientos y emociones que se generan tras un fallecimiento, creyendo que van a sufrir el mismo impacto que nosotros y, ante sus preguntas, tendemos a utilizar evasivas o excusas como “Aún es muy pequeño”, “no lo va a entender”, “se puede traumatizar”... y ante ese afán de protección causamos el efecto contrario, desprotegerlos ante un hecho tan cierto como la vida, la muerte, a la que antes o después van a tener que enfrentarse.


Con esta mini guía pretendo abordar la necesidad que hemos detectado en muchas personas que viven o trabajan en contacto con niños y adolescentes, y no saben cómo abordar con ellos

adecuadamente el tema de la muerte de un ser querido.


Conceptos generales clave para explicar la muerte a los niños:

Es primordial siempre tener en cuenta la edad cognitiva del niño. Hay niños de 4 años que entienden prácticamente todo y niños de 10 años que necesitan explicaciones más sencillas: hay que saber dar a cada niño lo que necesita.


Existen cuatro conceptos clave que, si aprendemos a manejarlos, facilitarán tanto las explicaciones como la comprensión de los niños y reducirán las teorías propias basadas en la fantasía:


  1. IRREVERSIBILIDAD (Lo que muere ya no vive): Hay que tener en cuenta que los niños no entienden la muerte como algo irreversible, sino como un estado temporal que puede durar mucho o poco, es común que lo equiparen a un viaje donde esa persona va a estar fuera un tiempo. Los adultos tendemos a evitar mencionar ante los niños que esa persona no va a volver nunca, porque realmente hasta a nosotros nos cuesta admitirlo, por lo que utilizamos expresiones como: “el abuelo se ha ido”, “está en un lugar mejor”, “mamá ha subido al cielo”. Los menores, y sobre todo los de más corta edad, suelen interpretar esta información de forma literal. Por lo que para que los niños se aproximen a la idea de irreversibilidad, y aunque sea tentador dejarles con la fantasía de ese reencuentro es importante explicarles abiertamente que la persona fallecida NO VA A VOLVER. De este modo evitaremos emociones de ira, frustración y traición ante ese adulto que no regresa o que ha dejado de tenerle en cuenta.

  2. UNIVERSALIDAD: (Todo lo que vive, en algún momento muere): Cuando se produce la primera muerte cercana en el contexto del niño, comienzan a preguntarse a quienes afecta la muerte y la respuesta es que a todos. Hay que tener cuidado a la hora de transmitir este concepto, ya que los niños entienden la inmediatez ligada a la rotundidad de este hecho. El objetivo es que el niño entienda que todos vamos a morir pero que lo razonable es pensar que eso ocurrirá con el paso del tiempo, porque estadísticamente es lo más probable. Mamá, ¿tú te vas a morir también? Cariño yo me voy a morir dentro de muchos, muchos años. Sí, pero el papá de Clara se murió y era como tú, así que te puedes morir. Es verdad, pero lo normal es que las personas se mueran dentro de mucho, mucho tiempo, o cuando están muy, muy, muy malitas.

  3. EL CUERPO DEJA DE FUNCIONAR (las funciones vitales se paran tras la muerte): En general, suelen equiparar la muerte a un sueño, piensan que la muerte es otro estado y que los muertos sienten, ven, oyen y experimentan cosas. Ése es el motivo por el que preguntan si los difuntos llevan ropa, si se han llevado las gafas para poder ver. Los adultos somos en parte responsables de esta incomprensión debido al uso continuado que hacemos de las metáforas. "Mamá te sigue queriendo y te va a cuidar siempre”, "el abuelo se quedó dormidito muy tranquilo”, "Aunque no veas a papá, él te va a estar observando siempre desde el cielo”. El objetivo es que el niño entienda no sólo que las funciones vitales han desaparecido, sino que, cuando se usan expresiones como esas, a lo que apelamos los adultos es que la persona fallecida está viva en nuestra memoria y en nuestro recuerdo. Cuando una persona muere, ¿deja de existir? ¿El abuelito ya no existe? No, cuando alguien muere permanece en nuestro recuerdo, a ver, ¿qué cosas recuerdas que hacías con el abuelo? Íbamos a comprar cromos a escondidas.

  4. LA MUERTE TIENE UNA EXPLICACIÓN FÍSICA Y ESA ES LA CAUSA Es fundamental explicarles a los niños cuál ha sido la causa exacta de la muerte del ser querido: sí falló el corazón, sí fueron los pulmones, sí el cerebro dejó de funcionar o cualquier otra causa física que desembocase en la interrupción de las funciones vitales. No hace falta entrar en detalles innecesarios, ni en el morbo que puede suscitar el suceso, especialmente cuando se trata de una muerte violenta como un suicidio, un accidente de tráfico o una agresión. Así que les explicaremos la causa física sin mencionar los detalles de carácter morboso.


QUIÉN, CÓMO Y CUÁNDO COMUNICAR LA MUERTE ¿SE TRAUMATIZARÁN POR PARTICIPAR EN LOS RITOS?

La noticia debe ser transmitida por personas queridas y cercanas al niño, que estén en contacto con él de manera habitual, primaremos la cercanía independientemente del vínculo que les una. Se debe comunicar al menor la noticia lo antes posible, preferiblemente de forma inmediata, en lugar de esperar horas o días a que terminen los ritos y homenajes. Los niños deben estar entre las primeras personas en enterarse si quien ha fallecido es uno o ambos progenitores; y deben saberlo lo antes posible, en el caso de que quien fallezca sea una persona muy cercana. Siempre protegiendo al niño de situaciones muy desbordantes, no es necesario transmitirle al niño toda la información de golpe: empezaremos por contarle lo que consideremos esencial y, después, podremos ir añadiendo detalles de manera gradual y favoreciendo el diálogo.


Para los niños puede llegar a ser beneficioso participar en los ritos funerarios, porque se sienten parte de la familia a todos los niveles, además comienzan a hacerse cargo de la realidad: la persona ha fallecido, pasa de ser algo ficticio en la imaginación a ser real, ha pasado y está ahí. Existe una idea muy extendida de que, si llevamos al niño a un tanatorio, a un entierro o a un funeral, se van a traumatizar o van a generarle un recuerdo muy doloroso o imborrable. Normalmente estos adultos han vivido situaciones similares en su infancia, bien porque el mensaje que se les inculcó fue el de un posible trauma si veían a un muerto, o porque participaron de los ritos sin ser advertidos antes de cómo eran y lo que iban a escuchar y ver.


Los niños pueden mostrar interés en participar en los ritos y despedidas, hacia los 6 años pueden hacerlo, siempre con condiciones favorables y habiéndoles explicado bien en qué consisten previamente. Por lo que es fundamental anticipar a los niños de lo que van a ver, cómo va a ser la ceremonia y qué es esperable que ocurra, para después preguntarles y darles la opción de participar/asistir o no.


Como en todo existen algunos signos de alarma generales a todas las edades de los que debemos estar pendientes si estos se extienden en el tiempo. Estados de apatía o por el contrario de irritabilidad, somatizaciones, angustia de separación, miedos excesivos, aislamiento, cambios en los patrones de sueño y/o apetito, descenso en el rendimiento académico… son algunos de esos síntomas que nos podrían alertar de que necesitamos ayuda profesional si se alargan en el tiempo tras el fallecimiento del ser querido.


Esmeralda Armada Ortega

Psicóloga Col. N.º M-29040

Centro Psicológico Loreto Charques


No me gustaría terminar este artículo sin no antes aportar algunos recursos que pudieran ayudar a los menores en el duelo:



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