Entre los 3 y 5 años es habitual que los niños realicen conductas pertenecientes a etapas anteriores que parecían haber superado (aunque pueden darse en menor medida en otras edades) ya que el desarrollo de los niños no se produce de forma lineal. Muchas veces nuestros hijos necesitan volver a etapas anteriores que le aportaban seguridad cuando algo les angustia, por lo que repiten patrones conductuales de manera temporal que en el pasado les fueron efectivos.
Las conductas regresivas más frecuentes son:
Problemas relacionados con el control de esfínteres, es decir, el niño vuelve a tener escapes o a mojar la cama a pesar de que ya le habíamos retirado el pañal y era capaz de controlarlo.
Rutinas relacionadas con la autonomía e higiene, como por ejemplo, no saber vestirse o comer solo cuando ya habían adquirido esos hábitos.
Trastornos del sueño, como el aumento de despertares nocturnos, insomnio, volver a necesitar algún juguete para dormir abrazado.
Conductas como chuparse el dedo, pedir biberón, chupete, teta o hablar como cuando era más bebé.
¿Cuáles son los motivos por los que se producen estas regresiones?
Suelen producirse por factores emocionales o psicológicos que están afectando al niño. En la mayoría de ocasiones suelen coincidir con algún cambio importante su vida, aunque hay ocasiones en las que no tiene por qué haber sucedido nada especial, simplemente como ya se dijo antes, su desarrollo no es lineal por lo que necesitan regresar a un estadio anterior para coger impulso y avanzar. Los motivos más comunes son:
Inicio del cole.
Nacimiento de un hermanito.
Cambios bruscos de rutinas (inicio o fin de vacaciones).
Cambio de domicilio o de cuidadores.
Crisis familiares o situaciones de divorcio.
Situaciones de pérdida de familiares cercanos.
Situaciones de bullying.
¿Cómo debemos actuar?
Esa necesidad del niño de volver a una etapa previa de su vida, por lo general implica el necesitar una mayor atención y apoyo por parte de los padres o cuidadores, por lo que debemos ser muy pacientes, debemos transmitirle seguridad, cariño y sobretodo acompañamiento por lo que no debemos nunca forzar al niño a volver al comportamiento anterior rápidamente.
No preocuparnos, pero si ocuparnos. Sin dramatizar, aunque nos sintamos frustrados. Para ello podemos hablar sobre aquello que le angustia y mostrar nuestro apoyo incondicional, podemos ayudarnos de cuentos que aborden esa situación que les angustia. Invertir en tiempo de calidad con nuestro hijo.
Evitar gritarles, regañarles o ridiculizarles, sin caer en ser indiferentes ante la situación. Recordemos que el niño busca el equilibrio perdido y se siente inseguro, y nuestra finalidad es ayudarle a que vuelva a sentirse seguro.
Si estas regresiones persisten en el tiempo, afectan de forma significativa a la vida familiar y se acompañan de otros cambios de conducta como, tristeza, aislamiento, irritabilidad o agresividad, es importante acudir a un profesional (psicólogos infantiles o pediatras) para saber qué está ocurriendo y cómo ayudar a nuestro peque.
Esmeralda Armada Ortega
Psicóloga Col. Nº M-29040
Centro Psicológico Loreto Charques