El perpetuo espíritu de la Navidad.
Para los creyentes la #Navidad es la llegada de la vida, esperanza y salvación con El Niño Jesús, Dios El Salvador.
La Navidad para los niños es, magia, ilusión, regalos, es esa época con la que empiezan a soñar casi nada más finalizar el verano.
En este tiempo el comportamiento de ellos vive en continua alerta y con la contención por ese anuncio en forma de aviso de la llegada de Papá Noel y los Reyes Magos, como un buen consecuente a la buena conducta.
Es un momento donde tratan de mejorar y el adulto usa su capacidad visionaria de que los han visto ya, cargados de regalos para los que se portan bien.
La #imaginación alcanza su plenitud contando historias que ellos recordarán sin duda y repetirán cuando alcancen el estatus de adulto.
En Navidad se les enseña que hay que #compartir, que no todos reciben por igual y que hay que #agradecer.
En Navidad las campañas de solidaridad están en todos lugares y hogares, y tratamos de inculcar #valores que se adornan de luces y guirnaldas, porque es Navidad.
En Navidad los adultos nos hacemos más sensibles a las dolorosas ausencias, quisiéramos poder traerlas del cielo.
En Navidad el adulto no recibe avisos de llegadas mágicas que vigilan nuestra conducta y aún así hacemos intentos por mejorarla y dedicar el tiempo a lo que realmente importa.
Es en Navidad y con el límite de cierre de año cuando más necesitamos hacernos oír, cuando queremos ponernos en paz, cuando queremos vivir una nueva Navidad, porque esta sí, está y la queremos celebrar.
Cuando se acerca la Navidad sentimos que nos falta tiempo para agradecer, para desear y tiempo para conseguir aquello que nos resulta inalcanzable, nos hacemos fuertes y sentimos que nada nos frenará porque el año se acaba.
Es también en Navidad cuando algunas personas viven el rechazo a una alegría que les parece impostada y obligada, y ven en la Navidad unas fiestas cargadas de materialismo y falsas emociones. Cuando esto se produce genera ansiedad y necesidad de borrar el tiempo, a estas personas solo les queda el recurso de mirar hacia atrás, a su niñez e ilusión, de buscar alternativas de ocio que compensen el malestar y pensar que es un tiempo que ayuda a reflexionar.
Mi consejo queda aquí resumido “no hay que esperar a Navidad para tener buenos propósitos, pero si así ocurre hagamos que se mantengan porque, qué bonito sería un perpetuo espíritu de Navidad.”
Cuca Fernández Maseda
Licenciada en Pedagogía
Centro Psicológico Loreto Charques
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