Repercusiones psicológicas en personal sanitario interviniente en la crisis del #Covid19.
Los hemos aplaudido durante días, semanas e incluso meses desde nuestros balcones, nos hemos emocionado con las imágenes de la batalla que libran contra el #Covid19 desde los hospitales, los hemos catalogado como los nuevos #héroes de la sociedad (lo sentimos Superman, esto es la “nueva realidad”), hemos sentido cada una de sus pérdidas como propia y hemos pedido que se les cuidara para que pudieran seguir cuidándonos a todos.
Ahora que se ha doblegado la curva, que podemos reconquistar las calles (con #responsabilidad, por favor), que esa “nueva normalidad” de la que se habla tanto está instaurándose en nuestras vidas y hemos aceptado que la nueva colección primavera-verano incluye mascarilla y guantes.
Ahora que la amenaza no nos enseña tanto los dientes y nos obliga a resguardarnos en nuestras casas es el momento de hacer balance de lo que toda esta crisis ha supuesto a nivel psicológico a los sanitarios intervinientes.
Antes de nada decirles que ésta crisis adquiere un cáliz psicológico completamente diferente a otras situaciones de emergencia vividas, no solo por la sociedad española sino por el personal sanitario. Permítanme recordarles que en la mente de todos están y seguirán estando para siempre los atentados del 11M, situación de emergencia que tomaré como ejemplo para ver cómo la crisis del Covid-19 no tiene precedentes respecto a intervención de emergencias y las repercusiones psicológicas derivadas.
Cuando hay una catástrofe como el 11M, el accidente de Spanair, los atentados de la T4 o de las ramblas de Barcelona… la sociedad se paraliza por un tiempo delimitado muy concreto durante el cual los profesionales intervienen sabiendo que trabajan sobre un mapa temporal que saben o intuyen cuando finalizará, con unos protocolos que conocen y les dan seguridad. Es un trauma, algo que nos golpea muy fuerte, que nos mueve los cimientos de todo tal y como lo conocemos pero que está definido por unos factores temporales y de gestión muy diferentes a los del Covid-19. En este caso, los intervinientes han trabajado en un marco temporal que se convierte en un agujero negro del tiempo, en el sentido de que entraban en él y se perdían por no encontrar la salida, sintiendo que por mucho que trabajaran, el avance de contagios era más rápido. Teniendo ya el encuadre temporal, habría que agregar otros factores como la gestión emocional de falta de recursos materiales y humanos para abordar una emergencia de esta índole, la incertidumbre de batallar un virus hasta entonces desconocido, el riesgo real e inminente para la propia vida e integridad física, o incluso, el vivir como compañeros se contagian o fallecen.
Imagínense exponerse a una situación altamente estresante mantenida durante meses, con la incertidumbre de no saber si están contagiados, inventando sobre la marcha protocolos de actuación que ya se irán comprobando si son efectivos o no en los días futuros, yendo más allá de la vocación y el deber sintiendo la carga de que todo un país depende de tu trabajo.
La bibliografía existente en lo referente al #estrés sufrido por intervinientes en #catástrofes y #emergencias, señala que una exposición a situaciones asistenciales que conllevan pérdidas humanas, riesgo propio o calamidad puede generar una sintomatología psicopatológica que repercute en su bienestar personal, en el rendimiento en la intervención y en el propio entorno social y familiar.
El estrés acumulativo derivado de situaciones de emergencia mantenidas en el tiempo como puede ser la del Covid-19 puede presentar en los intervinientes síntomas en diferentes ámbitos de su vida:
FISIOLÓGICO: fatiga, insomnio, opresión en el pecho, dificultades para respirar, tensión, dolor de cabeza, vómitos, escalofríos…
CONDUCTUAL: dificultades para dormir, alteración de la alimentación, estallidos de cólera, retraimiento, nerviosismo e hiperactividad, uso de medicamentos y/o drogas, aislamiento de la familia por miedo a contagiarles…
COGNITIVA: recuerdos recurrente de situaciones vividas, pérdida de interés ante estímulos gratificantes, negación de hechos y emociones, dificultad para recordar sucesos traumáticos y tomar de decisiones, falta de concentración…
EMOCIONAL: tristeza, sentimiento de culpa, sentimiento de heroísmo, euforia, ansiedad, agitación, labilidad emocional, inseguridad, miedos, identificación con las víctimas…
En las pasadas semanas los periódicos han empezado a publicar (desconozco si con el debido rigor científico) algunos datos respecto a estrés post traumático en los sanitarios que indicaban que el 57% de ellos lo sufrían, un 40% (cito textual) sufre ansiedad y se siente emocionalmente agotado por esta crisis.
Más allá de publicaciones en medios de comunicación la realidad es que efectivamente la sintomatología derivada de una situación de estrés puede derivar en trastornos más complejos como es el estrés post traumático, la #ansiedad o la #depresión.
Ahora, y con todo lo escrito anteriormente, debería ser el momento de hacer balance del desgaste no solo físico sino también psicológico que han tenido nuestros sanitarios y de cuidar a los que lo dieron todo para protegernos de la mayor amenaza vivida hasta el momento como sociedad.
Como última reflexión… ¿Qué hubiera pasado si se les hubiera protegido desde el principio a nivel psicológico? ¿Qué hubiera pasado si se les hubiera ayudado a normalizar emociones, facilitado la expresión emocional, dado estrategias de gestión de sentimientos, pautas para reconstruir pensamientos? ¿Qué hubiera pasado si se les hubiera dado “EPIS psicológicos” para enfrentarse al virus?
Lorena Atienzar del Toro
Psicóloga Col. Nº M-25199
Centro Psicológico Loreto Charques
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