A menudo nos encontramos en las consultas de los psicólogos, personas derivadas por cirujanos plásticos que amando su profesión, pero más aún sus principios, sugieren a sus pacientes que pasen por nuestras manos primero, antes de meterse en el circulo vicioso e insostenible de una operación estética tras otra.
La obsesión por el cuerpo, es sin duda, una característica de nuestro tiempo, fomentada principalmente por la alta competitividad de la sociedad en la que vivimos y la falta de valores reales.
Desgraciadamente, la #dismorfofobia o trastorno dismórfico corporal (TDC), es un cuadro clínico relativamente frecuente, basado en una imagen distorsionada del propio cuerpo, donde cada imperfección natural es vista de manera desproporcionada e irreal.
Las consecuencias del #TDC son, por nombrar algunas, #ansiedad e #irritabilidad, #tristeza y #depresión, #anorexia y #bulimia.
Esto nos lleva a encontrarnos también en nuestras consultas, con otro problema asociado directamente a la imagen, que es el trastorno de la conducta alimentaria.
El #TCA surge y está relacionado asimismo con la imagen corporal, que bien porque exista una dismorfofobia previa u otras causas de origen biológico, familiar o sociocultural, provocan un comportamiento patológico frente a la ingesta alimentaria y una obsesión por el control del peso.
Los TCA más frecuentes son la anorexia y la bulimia nerviosa, pero también existen otros como el trastorno por atracón, la ortorexia (obsesión por la comida sana) y la vigorexia (la obsesión por el ejercicio físico).
Tanto el trastorno dismórfico corporal, como el de la conducta alimentaria, son enfermedades graves, pero que se pueden curar con ayuda de #médicos y #psicólogos, y con el apoyo del entorno familiar.
El gran riesgo en ambas situaciones es que el paciente no sea consciente de la enfermedad que padece, y guarde para sí un problema que además de ser fuente de sufrimiento, puede llevarle en última instancia al deseo irremediable de quitarse la vida.
Es aquí donde médicos y psicólogos debemos estar en contacto y trabajar juntos en la misma dirección, de manera que la mente y el cuerpo de esas personas que tenemos delante estén alineadas de manera coherente y equilibrada, y siempre según lo que el individuo es, sin influencia de estereotipos ni presiones sociales, que lo único que llevan es a la infelicidad permanente.
En definitiva, amemos nuestro cuerpo como consecuencia del amor a nosotros mismos, y no por lo que exigen los cánones de belleza de la sociedad en la que nos ha tocado vivir.
Que la imagen sea siempre nuestra amiga y no nuestra enemiga, porque después de todo el cuerpo es y será siempre nuestro más cercano y eterno acompañante de por vida.
María Jurado Madico
Psicóloga Col. Nº M-08685
Centro Psicológico Loreto Charques
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