Podemos definir la dislexia como una dificultad específica y permanente para adquirir o desarrollar la lectoescritura, impidiendo el aprender o dominar esta área de forma normalizada. Es clasificada, al igual que el TDAH como un trastorno del neurodesarrollo y tiene un origen neurobiológico, aunque aún no se ha consensuado una teoría que explique el origen de la dislexia como tal, se ha observado a través de técnicas en neuroimagen diferencias en el procesamiento y activación de diferentes áreas cerebrales.
Aunque la dislexia no es posible diagnosticarla antes de los 7 u 8 años en el ámbito educativo ya que es requisito un desfase de al menos 2 años. No debemos esperar a estas edades o a que las dificultades sean significativas y persistentes para detectarlas y/o tratarlas. Conocer algunos de los signos de detección en etapas tempranas puede servirnos como factores de protección:
Si identificamos las señales de alarma desde la educación infantil (4 o 5 años) que puedan anticiparnos a una posible dificultad del aprendizaje, podremos intervenir de forma preventiva e impedir que se genere un desfase importante en los niños en situación de riesgo (niños con antecedentes familiares, problemas del desarrollo o retraso en la adquisición del lenguaje oral, niños que comienzan a tener dificultades para aprender y manejar signos como son las letras y los números). Observar estos signos no implica que nuestro hijo o hija vaya a desarrollar una #dislexia, pero sí que existe un riesgo de padecerla, por lo que se aconseja acudir a un profesional cualificado para realizar un estudio/valoración que permita descartarla o diagnosticarla, así como una correcta intervención preventiva.
Esmeralda Armada Ortega
Psicóloga Col. Nº M-29040
Centro Psicológico Loreto Charques