Todos hemos oído en la infancia frases como: ¿Si tu amigo se tira por la ventana, tú también? O a veces como adolescentes hemos argumentado para conseguir un permiso: “Mamá, si todos van, ¿por qué yo no puedo?, soy el único al que no le dejan”, etc.
Es evidente que ambas se tratan de exageraciones, pero la preocupación de los padres por las amistades de sus hijos tiene una base adecuada. Pero, ¿realmente es tan importante la presión de grupo durante la infancia?
La adolescencia es una etapa de grandes transformaciones, y no sólo físicas:
Cognitivamente prosigue su crecimiento y optimización de sus capacidades, principalmente de las funciones ejecutivas, siendo una etapa clave en el desarrollo de su potencial. Esta etapa es igual de importante o más que en la infancia en este aspecto, y a veces es la gran olvidada debido a que muchas veces fijamos nuestra atención en el área afectiva.
En el plano emocional la persona lucha de alguna manera por conservar o fortalecer su autoestima y establecer su personalidad. El pensamiento rígido infantil “ya no sirve”, no resulta eficaz en su día a día, los asuntos ya no son “blancos o negros” y es necesario que las emociones se gestionen de otra manera. De nuevo un aprendizaje más a llevar a cabo. Para conseguirlo una de las claves es sentirse aceptado e integrado por su grupo de amigos o compañeros (necesariamente distintos a su familia).
En el plano social, por todo lo anterior, la presión de los compañeros en la adolescencia evidencia que sí puede tener un impacto significativo en la forma de actuar durante esta etapa. Dicha influencia no siempre tiene por qué ser negativa, en muchas ocasiones de hecho resulta muy beneficiosa.
Tener amigos y sentirse vinculados a un grupo generan a los jóvenes un sentimiento de pertenencia y de valor, lo cual les brinda la oportunidad de cultivar la confianza. Las relaciones personales también brindan a los jóvenes conocimientos fundamentales de la comunicación social y emocional, como ser sensibles a los pensamientos, sentimientos y el bienestar de los demás.
¿Qué dicen las investigaciones acerca del tema?
Hemos tener en cuenta, en la actualidad digital, que los jóvenes pasan más horas con sus compañeros en la adolescencia que en cualquier otra etapa de la vida, tanto en persona como en línea a través de las redes sociales. En consecuencia, en la actualidad, las posibilidades de establecer contacto y compartir con los amigos son mucho más amplias. Algo que, sin duda, tiene un impacto significativo en la toma de decisiones de los jóvenes.
Muchas #investigaciones acerca de este tema arrojan información relevante como que determinadas conductas negativas y de riesgo, son mucho más probables en presencia del grupo de amigos que cuando el adolescente se encuentra solo.
El verdadero peligro no radica en la presión del grupo, sino en el tipo de grupo que rodea al joven. La presión de grupo se produce cuando el adolescente elige acciones que no serían elegidas en otras ocasiones, debido a que desea sentirse aceptado y valorado por sus compañeros de clase o de grupo.
Dicha presión e influencia puede ser negativa pero también positiva. Por ejemplo, cuando le impulsa a experimentar nuevas actividades, como las deportivas; involucrarse más en la escuela; impulsar un incremento de los comportamientos más adaptativos, tales como el comportamiento prosocial, la cooperación, la empatía, etc.
Estos hallazgos evidencian que el encuentro con el grupo adecuado en la adolescencia puede tener beneficios si se selecciona con atención adecuada a los amigos. Y, la capacidad de enfrentarse de manera adecuada a esa conexión del grupo de iguales consiste en establecer el equilibrio adecuado entre que el adolescente pueda ser él mismo y, al tiempo, integrarse en el grupo.
En consecuencia, es fundamental fomentar su confianza, ya que esto puede auxiliarles a enfrentarse a la influencia de sus compañeros de forma positiva y adaptativa.
¿Qué podemos hacer como padres?
Las recomendaciones generales a los padres para evitar la mala influencia de compañeros serían:
Fomentar su confianza: De esta manera, los jóvenes que tienen confianza en sí mismos suelen adoptar decisiones de forma segura y estando informados, evitando de manera más frecuente a las personas y situaciones que no son apropiadas para ellos. Una forma de estimular su autoconfianza puede ser impulsándole a experimentar nuevas iniciativas que le brinden la oportunidad de lograr éxitos, y a continuar intentándolo incluso cuando las circunstancias sean complicadas tolerando la frustración de n conseguir a la primera. Premiar más el esfuerzo que el resultado.
Enseñarles e invitarles a aprender y practicar una comunicación asertiva: aprender a decir que NO sin sentirse mal, defender sus derechos, explicar sus argumentos sin miedo, etc.
Trabajar su autocompasión: ser amable con uno mismo y tratarse con la misma calma, cuidado y comprensión que proporcionarías a alguien a quien quieres. Además, mantienen con sus padres una conexión en la que se sienten apreciados, aceptados y seguros, esta conexión será más sencilla.
Una buena comunicación y una escucha activa con los jóvenes pueden impulsarles a conversar con sus padres si sienten mal o encuentran dificultades en la interacción social. Es fundamental comunicarse y escuchar sin juzgar, y ayudar a su hijo a apreciar la influencia que tienen sus compañeros.
Actuar de forma abierta, motivando a tus hijos a que regresen a casa con sus amigos y brindándoles espacio puede ayudar a los padres a conocer a los compañeros y evaluar si la presión e influencia de los compañeros son un problema.
Establecer acuerdos: puede ser útil establecer un acuerdo con tu hijo, ya que permitir que su hijo tenga cierta independencia puede reducir la probabilidad de que tome decisiones más arriesgadas.
Fomentar la ampliación de su red social. Si el joven puede adquirir diversas amistades, significará que tiene numerosas opciones y fuentes de ayuda si una amistad se deteriora. Por otro lado, adquirirá una aptitud de apertura ante los diferentes tipos de persona con los que va a relacionarse a lo largo de su vida.
La función fundamental de los padres en este ámbito es asistir a los jóvenes a mantener un equilibrio ante la presión e influencia de los compañeros. Se debe tener en cuenta cuándo la presión de grupo se transforma en un peligro para el joven y cuándo forma parte del desarrollo habitual de la persona. Habitualmente a los padres nos sienta mal ver cómo nuestros hijos se dejan influenciar por las compañías, pero es necesario que en esta etapa que aprendan a cometer errores, a resolverlos, a saber qué es lo que no quieren y qué les hace felices. Nuestra misión es más actuar con el ejemplo, invitarles a reflexionar sobre si lo que hacen compromete sus propios valores únicamente por encajar, agradar, etc...
Es un hecho que, cuando el joven está satisfecho con lo que es y con sus elecciones y valores, es menos probable que se deje influir por otras personas. Puede que seleccione realizar algunas actividades que realizan sus amigos, pero no otras.
Los padres también somos una influencia, empezando por nuestro propio comportamiento, y es relevante en este caso, ya que es el principal factor que determina los valores y las decisiones a largo plazo de la joven.
Ana Ruiz Montoya
Psicóloga Col. Nº M-16245
Centro Psicológico Loreto Charques
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